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La Actitud Mental Positiva no es sólo Optimismo.




Sucede que la actitud que cada uno asume frente a los problemas o sucesos que se presentan cotidianamente es finalmente la que determina la dimensión e importancia de los mismos.


Hay dos formas de ver el vaso: medio lleno o medio vacío, que aunque parezca una frase hecha, corriente y recurrente, lo que la hace indiscutible es que las personas que tienen, o han logrado tener, una actitud positiva viven y afrontan las circunstancias –adversas o no-, de una manera más optimista. No obstante, la actitud mental positiva, supone no quedarse sólo con el optimismo, sino sumar valor y permitir que trabajemos para completar el contenido del vaso, ¿cómo? simplemente, nos sitúa mejor en la vida, para ser capaces de controlar más adecuadamente las situaciones y acceder a la búsqueda de mejores soluciones y alternativas.


 

Actitud Mental Positiva (AMP), término acuñado por Napoleón Hill, significa una actitud mental adecuada, compuesta por características positivas simbolizadas por palabras como fe, integridad, esperanza, optimismo, coraje, iniciativa, generosidad, tolerancia, tacto, amabilidad y sentido común.


Ahora bien, la Actitud Mental Positiva no es sinónimo de felicidad, sino de predisposición. No serás más inteligente, ni más rápido, ni más fuerte, ni hará que una mala noticia se modifique en su tenor o en su totalidad; sencillamente te hará aprovechar al máximo tu potencial para que sepas adoptar la actitud adecuada frente a todo tipo de situaciones, especialmente ante aquellas adversas o irreversibles. Por ello, es que la AMP entiende que es posible otra manera de ver las cosas y promueve un cambio significativo y profundo en la visión y en la actuación de las personas.


Por ejemplo, podemos sentirnos bien por el resultado de un exámen, por haber finalizado exitosamente un proyecto o por algo tan sencillo como recibir un obsequio; tales eventos nos provocan una sensación subjetiva de bienestar en un momento temporal específico. Ahora bien, imaginemos la posibilidad de extender esa sensación -potenciándola en intensidad y en frecuencia-, convirtiéndola en una experiencia emocional positiva a través del desarrollo de las fortalezas personales… ¿lo intentarías? ¿pasarías por alto la capacidad de desarrollar otra forma de ver las cosas, cuando sabes que es posible?


Seguramente no, si entiendes que esa actitud es una onda expansiva en tu propia persona que te hará sentir más seguro, más pleno, más optimista, más positivo y que además todo ello se proyecta en los demás. Las emociones positivas se potencian para construir de forma consistente, duradera y permanente los recursos personales y así mejorar el área cognitiva, afectiva y física de las personas; este proceso de mejora es, además, medible ya que es posible asociarlo a hechos tangibles como la capacidad de recuperación, el compromiso con el trabajo, el rendimiento físico, la relación con los demás, etc.


Es fácil identificar a las personas que van por la vida contagiando su entusiasmo, su optimismo y su endereza frente a las vicisitudes de la vida. Pensemos sino, en aquel jefe o colega de trabajo que en cada proyecto ve un desafío y de cada error aprende una mejor manera de hacer; o en aquel amigo que siempre mantiene una postura firme, incluso en situaciones que consideramos emocionalmente desbordantes. Ellos son, si duda alguna, personas que ante situaciones determinadas, actúan o han aprendido a actuar con mayor positivismo, con una mirada distinta que los diferencia de la gran mayoría de las personas.


Y esto es posible, pues con las herramientas adecuadas podemos, de forma sencilla y con pequeños cambios en nuestros hábitos, aumentar la motivación, mejorar la comunicación y establecer un contexto más agradable en cualquier ámbito de la vida.


Comienza a percibir y a entender el vaso medio lleno y échale más agua